
Mientras veía un documental de naturaleza por televisión, me crecieron unos preciosos manojos de margaritas en las rodillas, y, por miedo a troncharlas, decidí no levantarme del sofá hasta después de la primavera...
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Esta vez me metí en un café; conseguí una mesa junto a la ventana. En un lapso de una hora y cuarto, pasaron exactamente treinta y cinco mujeres de interés. Para entretenerme hice una estadística sobre qué me gustaba más en cada una de ellas. Lo apunté en la servilleta de papel. Este es el resultado. De dos, me gustó la cara; de cuatro, el pelo; de seis, el busto; de ocho, las piernas; de quince, el trasero. Amplia victoria de los traseros.De La Tregua, Mario Benedetti.
Quizás lo encontremos al morir. Quizás no. Tenéis vuestros libros de filosofía, vuestros sacerdotes, vuestro predicador, vuestro científico, así que no me lo preguntéis a mí.
Para Jeremy, la experiencia directa e inmediata era siempre difícil de captar y siempre le producía una cierta desazón. La vida se tornaba segura y las cosas adquirían significado sólo cuando se habían convertido en palabras y quedaban confinadas entre las cubiertas de un libro.
"(...) Pensó en la incomprensible secuencia de cambios y azares que componen una vida, en todas las bellezas y horrores y absurdos cuya conjunción crea el esquema, imposible de interpretar, pero divinamente significativo, del destino humano." (La isla, 1962.)